Siempre que estabamos juntas me susurrabas al oído que me amabas, una y mil veces. Cuando nos despedíamos, siempre me llamó la atención que me decías "A-diós... aunque soy atea". Reflexionando de una frase que leí (Dios es amor) entendí lo que me querías decir: Que nunca me amaste
Comentarios